El 4 de febrero, por ahora...

Por: Waxloxten, GustavoColaborador(es): Castellanos, Iris | Delpretti, EduardoTipo de material: TextoTextoIdioma: Español Detalles de publicación: Caracas, Venezuela Fuentes 1992Descripción: 160 IlustraciónISBN: 980-6297-01-6Tema(s): Comunicación | Imagen | PeriodismoResumen: Con pensamientos de dos de los líderes que comandaron la intentona golpista del 4 de febrero de 1990 comienza las primeras páginas de este texto, ellos son los Tenientes Coroneles del Ejercito Hugo Chávez Frías y Arias Cárdenas. La noche del 3 de febrero parecía una noche como cualquier otras del año: Un lunes comienzo de semana, cerca de la medianoche se mostraba Caracas prácticamente sola, por las calles apenas se observaban algunos rezagados del trabajo y los habituales trasnochadores que no van a la cama sin un par de tragos encima. El presidente de la República recien había hecho uno de sus acostrumbrados toques técnicos -como suelen decir sus detractores- en el país, a su regreso de Suiza y Estados Unidos, pero con los pies puestos en las escalerillas del avión para irse unos días después al Brasil. En el aeropuerto el presidente Carlos Andrés Pérez se sorprendió de ver al Ministro de la Defensa Fernando Ochoa Antich, el cual le comentó lo del rumor del golpe del estado. Pero hacia tiempo que estos rumores rondaban el Palacio de Miraflores. Comienza entoces una lucha armada que dejó aproximadamente 300 heridos y veinte muertos, entre civiles y militares. Luego de apaciguado los ánimos y rendirse la Fuerza Revolucionaria Bolivariana con un Por ahora , como se hacían llamar, se llamó a los congresantes a un reunión, en donde Caldera daría su famoso discursos que le aseguraría posteriormente la silla presidencial.
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Con pensamientos de dos de los líderes que comandaron la intentona golpista del 4 de febrero de 1990 comienza las primeras páginas de este texto, ellos son los Tenientes Coroneles del Ejercito Hugo Chávez Frías y Arias Cárdenas. La noche del 3 de febrero parecía una noche como cualquier otras del año: Un lunes comienzo de semana, cerca de la medianoche se mostraba Caracas prácticamente sola, por las calles apenas se observaban algunos rezagados del trabajo y los habituales trasnochadores que no van a la cama sin un par de tragos encima. El presidente de la República recien había hecho uno de sus acostrumbrados toques técnicos -como suelen decir sus detractores- en el país, a su regreso de Suiza y Estados Unidos, pero con los pies puestos en las escalerillas del avión para irse unos días después al Brasil. En el aeropuerto el presidente Carlos Andrés Pérez se sorprendió de ver al Ministro de la Defensa Fernando Ochoa Antich, el cual le comentó lo del rumor del golpe del estado. Pero hacia tiempo que estos rumores rondaban el Palacio de Miraflores. Comienza entoces una lucha armada que dejó aproximadamente 300 heridos y veinte muertos, entre civiles y militares. Luego de apaciguado los ánimos y rendirse la Fuerza Revolucionaria Bolivariana con un Por ahora , como se hacían llamar, se llamó a los congresantes a un reunión, en donde Caldera daría su famoso discursos que le aseguraría posteriormente la silla presidencial.

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