La comunicación de masas, más allá de lo propiamente informativo, es significativa, sobre todo como contrato ritual entre aparatos socialmente legitimados y un público receptor. Desde otra perspectiva el aparato contradictorio de ciertos trazos estructurales de los propios medios establece condiciones para la aparición de nuevas disposiciones perceptivas, nuevos procesos de producción y adquisición de conocimiento, así como nuevas prácticas creativas, dentro y fuera del aparato mediático: todo ello posibilita un proceso desritualizador y, en cuanto tal, virtualmente subversivo. Esas dos líneas de fuerzas pueden ser descubiertas ya, al menos de manera incoada, en el periodismo liberal burgués de finales del siglo XIX.